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La Teoría Económica teje una maraña de relaciones causa-efecto para el bien general

La Teoría Económica como malla compleja

La Teoría Económica es eso que los ingleses llaman un mess o, mejor dicho, una mesh, una malla de relaciones causa-efecto que tejen un campo de operaciones donde los economistas deciden —en la medida que les corresponde— qué y cómo debe funcionar la economía. Después estamos el resto de humanos, concretando la realidad de manera más independiente de lo que ellos quisieran. Es como un pinball, la bola de acero va de un obstáculo a otro, impulsada por la electrónica y la elasticidad de los objetos, mientras nuestra intervención queda concentrada en los flippers y algún leve empujón ocasional. Todos habrán jugado alguna vez y saben a qué me refiero.

Necesidad de botones o líneas maestras

Para que esa malla de causas y efectos tenga sentido, se necesitan líneas maestras, una ponderación de las causas que producen los efectos deseados con mayor intensidad y maneras de atenuar las influencias negativas de otras causas concurrentes. Hablando más claro: necesitamos botones para decidir nuestra ruta de acción ante problemas como inflación, desempleo o bajo PIB, o para perseguir objetivos estratégicos, como elevar los salarios, modernizar un país, ejecutar obras públicas necesarias o pasar del turismo a la tecnología. En definitiva, hablamos de sistemas complejos, donde las variables interactúan creando efectos inesperados, sobre todo si una de esas variables es el comportamiento humano, que frecuentemente es irracional.

Mi experiencia personal con la Teoría General

La primera vez que leí La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, la obra más conocida de Keynes, me costó entenderla. Comprendía que sus recomendaciones incluían cadenas de causas y efectos a varios niveles, pero los detalles se me escapaban. Entendía la causa y el efecto principal, pero desconocía lo que pasaba en medio, y eso impide conducir una economía: hay que conocer las interioridades de la maquinaria. Además, la época de Keynes no es la mía; sus problemas y circunstancias debo asumirlos sin haberlos vivido. Lo que sí se puede reconocer es su capacidad para identificar patrones de comportamiento de las variables, aunque en la Teoría General todo sea ambiguo y no se puedan esperar ecuaciones de oro. No tengo duda de que si Keynes no hubiera fallecido en 1946, hoy tendríamos muchos más mapas de rutas económicas óptimas, y no solo la resolución de dos efectos perversos como el desempleo y la inflación (¡casi nada!).

He necesitado varias lecturas y otras obras complementarias para sentirme más seguro de mis interpretaciones de este libro, que Keynes seguramente esperaba ir ampliando, mejorando y difundiendo por el mundo. Esto no quita que mis apreciaciones estén sujetas a precisiones, sobre todo teniendo en cuenta que lo expresado por Keynes también ha sido debatido desde 1936.

El modelo IS-LM y la inversión

Citaré algunos ejemplos para ilustrar la complejidad de la malla de causas y efectos. En el modelo IS-LM (un esquema desarrollado por Hicks para representar la interacción entre inversión-ahorro y liquidez-dinero), la síntesis que Hicks construyó para aplicar el método keynesiano -aunque adaptándolo a su interés y a la ausencia de Keynes- parecía centrarse más en la política fiscal (gasto público e impuestos) que en la monetaria. Sin embargo, el foco real era la inversión, porque el objetivo era acercarse al pleno empleo. Keynes sabía que alcanzarlo podía generar algo de inflación por la pérdida de poder de negociación salarial.

Atendiendo a que las circunstancias eran distintas y que el objetivo de Keynes en los años 30 era el pleno empleo en medio de la Gran Depresión, veamos un ejemplo concreto.

Salarios y empleo

Si pensamos que bajando los salarios se aumenta el empleo, tenemos que saber que Keynes discrepaba. Una vez incluida esa acción en la malla de causas y efectos, no nos llevaría al objetivo final, salvo que se cumplieran varias condiciones adicionales. La secuencia sería algo así: salarios más bajos > caída del consumo de los trabajadores > menor demanda agregada (gasto total de los consumidores y empresas en bienes y servicios) > menor incentivo a invertir > reducción del empleo a largo plazo. En otras palabras, una política que parece lógica a primera vista puede ser contraproducente si se analiza la totalidad de la malla.

La economía como un pinball

Aquí está la grandeza de la visión keynesiana, enseñarnos que la economía no se dirige con recetas simples ni fórmulas mágicas. Cada acción repercute en múltiples niveles, y comprender la red de causas y efectos es la condición para que nuestros intentos de mejorar la sociedad tengan alguna posibilidad de éxito. La economía sigue siendo un pinball, pero cuanto mejor entendamos cómo rebota la bola entre todos los obstáculos, más capacidad tendremos de mover los flippers con eficacia.

Finalmente, entender esto nos recuerda algo fundamental: no basta con aplicar políticas a ciegas ni repetir dogmas. Cada intervención debe pensarse en el contexto de la malla completa de efectos, donde incluso el comportamiento más predecible de los humanos puede dar sorpresas. Ahí está la verdadera complejidad, y también la fascinación que muchos sentimos por la economía y por Keynes.

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