Hacen falta alcaldes menos de partido y más de la población

Hablamos mucho de las España vaciada, de esas aldeas y pequeños pueblos rurales que se abandonaron y de otros mayores que llevan -poco a poco- el mismo camino. Pero de lo que no se habla es que las ciudades entre 20.000 y 70.000 habitantes están en una situación muy grave, en la que se puede apreciar con facilidad la desaparición de puestos de trabajo industriales y como consecuencia, también de los servicios a las empresas industriales. Lo que está manteniendo el pulso de estas ciudades son las pensiones y los inmigrantes que las han llenado y que prestan servicios de albañilería, fontanería, electricidad, etcétera.
Me refiero a esas ciudades, que actúan como capitales de comarca y centros de servicios, que llevan un tiempo mostrando signos de declive demográfico, empresarial y comercial. Un estudio reciente sugiere que el fenómeno de despoblación está afectando a aproximadamente un tercio de las ciudades medias españolas
Cuando una empresa de esas ciudades quiere contratar a un técnico, por ejemplo un informático, lo primero que les preguntan es si tienen que vivir en la ciudad-pueblo y si la respuesta es sí, renuncian al puesto. ¿Quién quiere vivir en una población de pensionistas.
Otro problema es el cierre de los comercios. Lo primero que te lleva a pensar que algo pasa es el cierre continuado de comercios clásicos que siempre han sido rentables y muy conocidos por todos. Los motivos están claros: los hijos no quieren dedicarse a ello, algunos trabajadores a los que se les ofrece un traspaso pagando sólo por el alquiler del local, también reúsan la propuesta. Por otra parte, el comercio ha cambiado radicalmente y no sólo debido al comercio electrónico. Al igual que los restaurantes, sector en el que triunfan las cadenas y los sitios de tapas, provocando que los restaurantes clásicos no puedan siquiera pagar los alquileres por sus locales de buen tamaño.
En las alcaldías de esas poblaciones, con concejales y alcaldes que sólo tienen esos ingresos y no ven alternativas claras a su vida profesional, se aferran al cargo por encima de todo, incluso del bien de sus conciudadanos. Falta creatividad e imaginación para reactivar la economía de esas poblaciones. Ni saben sacarle todo el partido al turismo, ni saben atraer a las empresas, ni ven las posibilidades que Internet provee para nuevos trabajos donde la sede de la empresa está alejada de la población.
La prueba de lo que digo es que los jóvenes están locos por irse y que los mayores ingresos de esas poblaciones -por lo general- los tienen los jubilados (sobre todo, los matrimonios con dos buenas pensiones) y los que no hacen factura ni matándolos.
