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La progresividad en frío del IRPF. Un ajuste fiscal, para que no te des cuenta

Con inflación e IRPF, IVA y cotizaciones sociales sin deflactar: el ajuste silencioso

Ya traté este tema hace unos meses en el post La tercera vía de dilución del gasto: el ajuste fiscal pasivo o indirecto con inflación, pero el caso del superávit argentino me ha hecho profundizar algo en el tema y aprovecho para un nuevo post con más información y formalismo. Lógicamente, este proceso sirve para reducir el déficit o llegar al superávit. Muchos países están en la situación ideal para la aplicación de este proceso que -sin duda- se ha aplicado en la práctica real, algunos de ellos aplicando el set completo: recorte nominal de gastos + licuación real, porque se da la condición ideal para que el recorte pese menos políticamente. Los casos fácilmente comprobables comienzan con Argentina claramente, pero, ¿hay algún otro país que también conozcan que lo han puesto en marcha, aunque sea con parte de la caja de herramientas, qué les parece?

Las formas de ajuste

Cuando se quieren ajustar las cuentas públicas para reducir el déficit hay dos vías, subir los ingresos del Estado vía impuestos y bajar gastos mediante recortes directos. En el caso argentino mediante la famosa motosierra, aunque lo que hace mayormente es aplicar este procedimiento porque está en las condiciones ideales como he comentado más arriba.

Pero hay una tercera vía menos explícita, que se puede estar aplicando en España y así practicar un ajuste sin que la gente se dé cuenta, aunque es real y te perjudica claramente en la capacidad de compra.

Yo le llamo Ajuste fiscal pasivo o indirecto vía inflación, pero se le conoce técnicamente como Progresividad en frío del IRPF para distinguirlo del resto de tipos de ajuste clásico y sus efectos son estos: la inflación erosiona el valor real de las partidas de gasto que no están totalmente indexadas al IPC (o que en algunos países comuniquen una inflación menor a la real); Al mismo tiempo, los ingresos tributarios suben automáticamente (IVA, IRPF, cotizaciones), porque gravan magnitudes nominales y, el resultado es una mejora del saldo fiscal sin necesidad de decisiones legislativas visibles, pero a costa del poder adquisitivo de jubilados, asalariados y beneficiarios de programas varios. En España el IRPF y las pensiones -en conjunto- no se actualizan automáticamente al 100% con la inflación. Las pensiones sí tienen revalorización con el IPC aunque con el desfase de ir a año vencido (en realidad 13 meses, puesto que el cálculo es hasta noviembre y comienza a cobrar la actualización en enero del año siguiente), pero las tarifas del IRPF no se deflactan salvo decisión expresa, y ahí entra el efecto de la progresividad en frío. O sea, el canal principal en España no es tanto la erosión de las pensiones, sino el mayor peso fiscal por no deflactar el IRPF y las cotizaciones sociales.

Un ajuste pasivo mediante la inflación que no cesa

Es un ajuste pasivo porque el Estado no tiene que actuar activamente: basta con dejar que la inflación haga el trabajo e, Indirecto porque el ajuste no viene de una decisión política concreta (recorte, reforma tributaria), sino de un fenómeno macroeconómico que redistribuye silenciosamente entre Estado y sociedad.

En el corto plazo se alivia las cuentas públicas y reduce el déficit. En el largo plazo, si la inflación baja, la licuación desaparece y reaparece el problema fiscal; además puede erosionar la confianza en el Estado y en la moneda. Indudablemente, castiga más a quienes dependen de ingresos fijos o de transferencias (pensiones no contributivas, subsidios de desempleo, prestaciones familiares -ayudas por dependencia, por ejemplo-, ayudas sociales varias, transferencias a comunidades autónomas o municipios)

Por eso tiene todo el sentido llamarlo La tercera vía de dilución del gasto: el ajuste fiscal pasivo o indirecto con inflación. Conceptualmente podríamos decir que se denomina así al proceso mediante el cual las cuentas públicas de un Estado mejoran no por decisiones activas de política fiscal (incremento de ingresos o reducción nominal de gastos), sino por el efecto de la inflación sobre las partidas presupuestarias.

Los canales de intervención

Este mecanismo actúa a través de dos canales principales: el incremento automático de los ingresos públicos, al estar vinculados a magnitudes nominales (consumo, salarios, beneficios empresariales), los impuestos como el IVA, el IRPF o las cotizaciones sociales crecen a la par de los precios; y la erosión del gasto público en términos reales, cuando las transferencias, salarios o programas no están plenamente indexados al IPC, su poder adquisitivo disminuye reduciendo así el gasto efectivo que realiza el Estado.

En consecuencia, la inflación opera como una tercera vía de ajuste fiscal, junto a la tradicional combinación de mayores impuestos o menores gastos, constituyendo un ajuste fiscal pasivo (pues el gobierno no necesita tomar medidas explícitas) e indirecto (porque la consolidación se logra mediante un fenómeno macroeconómico que redistribuye silenciosamente -sin pasar por el Congreso ni el BOE- recursos desde los perceptores de rentas fijas hacia el sector público).

He intentado darle formalidad a este proceso, pero se podría resumir simplemente así: con inflación e IRPF, IVA y cotizaciones sociales sin deflactar: ajuste silencioso.

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