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Si la deuda se acumula en personas y empresas, es más peligrosa que una gran deuda pública

Constantemente, se lee y escucha hablar del crecimiento de la deuda pública del Estado. Siempre comentamos que los hogares y las empresas no son como los estados y que no son comparables, por eso quienes quieren que pienses que lo que hace el Estado tiene los mismos problemas presupuestarios que las familias o las empresas, nos mienten. La deuda pública tiene unos límites a partir de los cuales se puede entrar en peligro real (40-60% del PIB) aunque tu banco central esté detrás de ti, pero tiene mucho más recorrido que el de los agentes más pequeños que no tienen un banco central que pueda aportar apoyo como hemos comprobado tras las crisis de 2008 y la pandemia. Lo verdaderamente peligroso, y que fue lo que paso en la crisis del ladrillo y por eso tardamos tanto en recuperarnos, es la deuda privada. La deuda privada puede irse a tres veces la pública en muchos países.

Desde hace años estamos caminando hacia una situación en la que hogares, individuos y empresas -también ayuntamientos y autonomías, que son como las anteriores -no como el Estado- se estén endeudando sin descanso. Tampoco es un problema español sino mundial. Ese es el indicador a seguir a diario. porque es un claro factor de inestabilidad.

El bajo nivel salarial no permite llegar a final de mes en muchos hogares y lo que les obliga a comprar bienes (electrodomésticos, automóviles…) financiándolos, las hipotecas de las viviendas, los estudios universitarios, préstamos para gastos/inversiones que se consideren necesarios, compras de vehículos, gastos con tarjetas de crédito financiadas, etcétera. Sin olvidar que las creación de préstamos conlleva la apertura de depósitos bancarios y, por lo tanto, la creación de dinero que en una cierta relación directa, que creará cierta inflación pero lejos de esa relación -1 a 1- que muchos quieren hacernos creer, facilitando el pago de las deudas pero perdiendo valor el dinero que tengamos en bancos o invertido.

Con esa situación anterior, ya tenemos una buena parte de la sociedad sujeta a las vicisitudes de una crisis que reduzca puestos de trabajo y salarios, pero las empresas, ayuntamientos y CC.AA. no paran de endeudarse y cada vez los intereses son el mayor gasto de estos entes, de hecho, dedican muchos recursos a parecer que su abdomen es de caja de gaseosas para poder conseguir la financiación que necesitan y/o desean. En el sector privado, aquello de que el ahorro lleva a la inversión ha pasado a la historia: poca gente puede ahorrar y la inversión ya no recurre a éste que para eso hay financiación a raudales. La cantidad de dinero en el mercado es de tal magnitud que se pueden conseguir grandes cantidades de dinero si el proyecto es atractivo o si el colateral (garantía) de la operación lo permite.

Como consecuencia, si la cosa va bien es una forma de engrasar las ruedas de la economía, pero apenas se resfríe, el desastre puede ser tan colosal que supere el nivel de la Gran Depresión del 29 o la Gran Recesión del 2008. Aquello de capitalizar empresas por parte de los socios ya no se lleva, hoy en día el que no se apalanca de forma supina parece tonto, es más interesante jugar con dinero de los demás si lo que consigo tras devolver la deuda y sus intereses todavía es una cantidad importante mientras que mi dinero se queda en casa. Históricamente, una subida de la tasa de interés de un 1% ya suponía la suspensión de pagos y quiebras de muchas pymes, así que imaginen si se trata del nivel de las financiaciones actuales. La verdad es que basta con recordar lo que paso en España en 2012 y 2013.

Lo podemos ver en la bolsa. Muchas inversiones están apalancadas y si el valor sufre una bajada como las que observamos con cierta frecuencia, los intermediarios activan la Margin call y los inversores pueden perderlo todo, sin olvidar que quien les haya prestado el dinero también, por eso intentan salvar los muebles con la Margin call. en la bajada de hace unos pocos meses, ya se recibieron esas fatídicas llamadas para compensar el margen perdido.

Cuando en 2008 (aquí más tarde) llegó la recesión, pilló a mucha gente con una gran deuda y, el problema es que su vivienda dependía de ella, pero también a muchas empresas con lo que la tormenta perfecta estaba formada. La deuda pública siempre tiene cierto remedio si se la debes a tu banco central que la ha comprado en operaciones de mercado abierto o a fondos de inversión, aseguradoras y otros inversores privados que permitan renovarla, pero -como persona física o empresa- si la economía está parada no se puede pagar y pierdes los activos. El único remedio en previsión de una situación de una gran deuda privada así es que el Estado eleve el gasto público para evitar la recesión y nos vayamos todos a la porra. Son paradojas de la economía. Todos esos que manifiestan su odio al gasto público de utilidad (el gasto tonto o para crear chiringuitos para los amigos sí que debería ser erradicado), pasan a estar callados y a aceptar el gasto de los gobiernos. Suele ser así: si es para los demás no, pero si es para mí, cuanto más mejor.

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