
Aunque en un principio pensé que la República Argentina podría salir de su situación con Milei -como muchos argentinos, creí que podría hacer lo que nadie antes había hecho- al final, ha hecho lo de todos, con unos u otros instrumentos. Cuando manifestó haber conseguido superávit después de un mes en la presidencia, ya me pareció que era un mal presagio, pero seguí esperando los cambios que anunciaba en la campaña. Estaba claro que no tenía un partido con los suficientes diputados, que los que le acompañaron durante los dos años previos a las alecciones del 23 no estaban alineados con él, que seguía con su discurso de programas estilo Crónicas Marcianas, que la motosierra no tenía cadena y era más una licuación del gasto, que no atendía a una buena parte de la población que estaba necesitada de ayuda porque así se acostumbraron durante los años kirchneristas, que se volvía a endeudar con el FMI y, el remate, ver a los tres responsables económicos más al presidente en TV, como gritaban a coro que el dólar «Flotaaaaa!»… Demasiado autobombo, queriendo hacer creer que había llegado el nuevo profeta de la economía con ojos azul marciano y que insultando a Keynes quedaría por encima del de Cambridge.
La inflación ha bajado, el PIB dicen que ha subido, los cortes en las calles habían menguado claramente, pero, en realidad, la formación de la tormenta perfecta avanzaba sobre esa gran nación. No obstante, los problemas argentinos son varios y vienen de lejos, una inflación que en algunos periodos ha llegado hasta el 600% porque en este caso el BCRA sí que ha quemado la impresora de la emisión monetaria financiando al gobierno directamente, ya fuera cubriendo déficits continuos durante veinte años mediante la compra directamente de la deuda de Tesoro argentino y otras formas de emisión. Más del 40% de la población -algunos dicen que el 50%- trabajan en negro, sin contrato laboral y por consiguiente sin contribuir a las pensiones ni a los impuestos. Lógicamente, trabajan en negro tanto empleados como el empleador, aunque sea en parte. Llegados a un punto pasado en el que la población reclamaba pensiones sin haber cotizado, el kirchnerismo decidió que el dinero de las contributivas sirviera también para pagar las no contributivas y la división fue una bajísima pensión para todos. Pero, el que hace salir de la Casa Rosada a sus inquilinos es el bimonetarismo que, en concurrencia con las circunstancias anteriores hace inviable la mejora de la nación.
En la precampaña, Milei dijo muchas tonterías y falsas promesas como eliminar el banco central, acabar con la casta política. Quería convencer a los argentinos de que él era diferente y que era capaz de hacer salir a la Argentina de su impasse de años. Su objetivo era ir consiguiendo logros (inflación mensual por debajo del 2% acercándose al 1%, aumento del PIB, salir del «Cepo», eliminar la corrupción y el cambio del dólar domado) para llegar a octubre de 2025 con una buena cantidad de ellos conseguida y juntar 90 diputados, pero armonizar todos los objetivos ha resultado demasiado complicado. Vamos de lleno al problema con los dólares.
Es conocido que los argentinos no creen en su moneda y quieren dólares como reserva de valor, así tanto los que cobran en dólares como los que reciben pesos, ponen su excedente en dólares -o en pesos convertidos a dólares-, a buen recaudo. Cuando desgraciadamente hay un incendio en un edificio, se ve rápidamente un desfile de vecinos con mochilas colgando de sus hombros, ya se pueden figurar lo que contienen. En otros casos y para los que pueden atesorar mayores cantidades, las llevan fuera del país. Ambos casos, con el objetivo de evitar que un nuevo «Corralito» atrape sus ahorros para una buena temporada.

Ya tenemos la primera causa de necesidad de dólares: los argentinos los prefieren al peso y están constantemente intentando adquirirlos. La segunda causa de la apremiante necesidad de dólares es que tienen una enorme deuda exterior -unos 200.000 millones de dólares- y que tienen que hacer los pagos en la moneda americana y evitar entrar en default. Tengo que añadir que la cantidad de dólares de argentinos fuera del país supera con seguridad su deuda sobradamente, pero, ¿cómo hacer que los argentinos inunden el mercado con sus dólares? La tercera y cuarta causa de necesidad de dólares son las importaciones que los argentinos quieren realizar, al igual que el turismo que también los necesita. ¿Y de los ingresos que hay? La venta de la producción agrícola y ganadera no cubre la necesidad y el resto de tipos de producción tampoco. Se sabe que si no consigues reunir los suficientes dólares en el primer semestre, en el segundo lo pasarás mal. Al abrir el cepo para particulares y a las empresas con restricciones, todavía se ha agravado más el problema.
Llegados a este punto de necesidad imperiosa de dólares, se vuelve a hacer lo de siempre en una apuesta que si no sale bien te lleva al desastre y, en el caso de Argentina, no sería la primera vez. Veamos la secuencia: el BCRA arranca con reservas limitadas; se estructura una bicicleta financiera para atraer capitales especulativos y conseguir dólares durante cortos periodos de tiempo que nunca se quedan; para sostener a la bicicleta financiera (carry trade), se «atrasa» el dólar oficial (más bajo de su precio real mediante la venta de dólares por el banco central (otra sangría de dólares); ese «atraso» incentiva importaciones y fuga de reservas (todo el mundo cree que el peso a se ha revalorizado con el dólar); cuando el mercado percibe que no hay más margen de maniobra, se produce una «corrida»; el dólar se dispara, la inflación se acelera y los ciudadanos pierden poder adquisitivo. El resultado es un círculo vicioso donde los dólares nunca alcanzan, el BCRA queda atrapado, y el costo final lo paga la sociedad con inflación, impuestos y crisis recurrentes. Pues en ello están otra vez.
El BCRA debe ser el único banco central del mundo que tiene déficit cuasi fiscal debido a la diferencia entre sus gastos financieros y de operación y, sus ingresos, que lógicamente, debe ser cubierto por el Estado. La causa es que se dedican a financiar un interés de depósitos en pesos para amarrar el dólar y desincentivar la dolarización.
Si se consiguieran los dólares suficientes para dolarizar -como prometía Milei en su momento-, ya fuera por un nuevo préstamo (de nuevo más deuda exterior y quién te los presta) o que los argentinos decidieran traer sus dólares al país (lógicamente imposible) o con los yacimientos de gas o de litio (tardarán de 5 a 7 años, para estar operativos), se podría comenzar una nueva ruta para el país, pero está complicado, muy complicado. La única solución momentánea es un gobierno de concentración y refundar la República Argentina de forma consensuada. En esta situación, no creo que ninguna fuerza política quiera afrontar la situación en solitario, a no ser que quiera hacerse el harakiri a corto plazo.
Para finalizar y ante el default probable para enero de 2026 o antes, se ha recurrido al Tesoro norteamericano, que ha vuelto ha decir la famosa frase que usan para estos casos los banqueros centrales y algunos Tesoros nacionales: «Haremos lo que haga falta para salvar…» Ya veremos las consecuencias. De momento el gobierno argentino ha tomado la decisión de eliminar las retenciones (impuestos) a los productos agrícolas del grano por un tiempo, pero a los tres días (en principio era hasta el 31 de octubre) se ha eliminado la medida. El gobierno dice que es porque se ha llegado al cupo total que esperaban para todo el periodo de gracia y, otros dicen que no favorecía a los intereses cerealistas norteamericanos y, rápidamente, han corregido su medida que ha durado tres días en activo. ¿Quién sabe la verdad?
No cabe otra solución más que la refundación de la República Argentina, idealmente, con un gobierno de concentración liderado por alguien de reconocido prestigio y solvencia que no haya estado directamente en la política (Cristina y Mauricio descartados) y un equipo de economistas prácticos que en Argentina los hay y muy buenos y de todas las edades. Si no fuera un tema tan serio y grave, gastaría la broma de pedir que ese gobierno de concentración incluyera a un jugador del Boca y a otro del River, pero no lo voy a hacer (¡Perdón, no he podido evitarlo!).