
Entre la dilución de los gastos del Estado mediante el ajuste ortodoxo que deja a la población mirando a Antequera y la dilución por inflación pura que provoca esa ilusión falaz de que el Estado nos ha aumentado la pensión -que con la inflación se queda igual-, pero que nos está esperando en el IRPF. Existe la tercera vía que han inventado recientemente: un ajuste pasivo o indirecto, en el que se deja que la inflación erosione el gasto real, sin recortar nada explícitamente.
La situación de la UE es compleja: tenemos inflación por encima de lo deseado (lo que aconsejaría aumentar algo los tipos o, no bajarlos tanto como ha hecho el BCE), pero hay una incipiente recesión ( lo que recomendaría una bajada de tipos). Una difícil encrucijada en la que estamos, pero se ha encontrado un tercera vía que permiten -en parte- ambos propósitos: un ajuste con inflación. Veámoslo con mayor detalle.
En teoría económica tradicional, un ajuste fiscal va asociado a una política contractiva: se reduce el gasto público, se suben impuestos, se restringe el crédito y eso suele frenar la demanda, lo cual tiende a contener o incluso reducir los precios. Entonces, ¿cómo encaja entonces ajustar con inflación como forma de ajuste? Bueno, no se trata de un ajuste ortodoxo clásico, sino de algo más sutil: un ajuste pasivo o indirecto, en el que se deja que la inflación erosione el gasto real, sin recortar nada explícitamente. Es una corrección de la carga de las obligaciones del Estado aprovechando el entorno inflacionario. Por eso decimos que supone una dilución con inflación, aunque eso sea incompatible con un ajuste tradicional. Esta aproximación es válida solo si hay inflación, y describe un ajuste camuflado o inflacionario, no un ajuste ortodoxo basado en una recesión o austeridad de forma directa. De forma resumida, podríamos decir que no todo ajuste se ve como un recorte, a veces basta con no subir lo suficiente en un entorno inflacionario para que el gasto real caiga, es como un ajuste invisible.
Desde el fin de la pandemia, la UE y el BCE llevan aplicando concurrentemente un mix de medidas contractivas y expansivas, pero ese equilibrio inestable de medidas contrapuestas que a primera vista parece contradictorio, tiene su lógica. Podemos recordar como han coincidido los Fondos Next Generation, subvenciones a la energía, ayudas sociales, ERTEs, pensiones, etcétera y, concurrentemente, subidas rápidas de los tipos de interés (del 0% al 4,5%), reducción de la compra de deuda soberana, restricción del crédito a empresas y hogares, etcétera, durante los mismos años y, es que la distinta situación de los miembros exige que coincidan medidas que puedan ayudar y perjudicar a la población para poder ajustar a la medida a los países del sur frente a los del norte que, por otra parte, cada vez se encuentran en situación similar aunque todavía mantengan diferencias importantes.
Difícil equilibrio el que se plantea. ¿Quién podrá más, el BCE frenando o los gobiernos intentando sostener la actividad? Si gana el primero, la recesión se apoderará de la economía y si ganan los gobiernos, la inflación se disparará. Se trata de -con un poco de inflación por encima del 2%- conseguir un ajuste sin estrangular la economía, ésta necesita crecer sin que se descontrole la inflación ¡Qué cosas!