
El problema de las infraestructuras que necesita el Estado deben ejecutarse y no vale la excusa de que no hay dinero porque sí que lo hay. Cuando Franco aprobó la infraestructura del Plan Sur de Valencia que dicho sea de paso nos ha salvado la vida a los que vivimos en la capital valenciana, tampoco había dinero, pero -como todos sabían- ese no era el problema, la peseta era nuestra moneda soberana y podía emitirse y sin miedo a la inflación porque el mercado requería de liquidez para su etapa expansiva de los años 60s. La colosal obra que duró desde 1958 a 1969 aunque hasta 1973 no se terminaron todas las obras complementarias, desviando definitivamente las aguas del Turia al nuevo cauce y que los de mi edad y alrededores hemos visto cómo avanzaba esa obra digna del Egipto de los faraones, requirió de una enorme inversión. Doce kilómetros y casi 200 metros de ancho y una profundidad de 10 metros en la mayoría de su longitud que costeó el Estado en un 75% y el resto el Ayuntamiento de Valencia y la Diputación de Valencia en su mayor parte mediante impuestos y sobretasas (todos nos acordamos del sello de 25 cts. que usamos en las cartas obligatoriamente hasta el 31 de diciembre de 1985, incluso una vez pagada la parte local). El coste total de la magna obra fue de 7.000 millones de pesetas, coste comparable con las obras de la M30 a precios constantes. El PIB de España en 1960 era de 12.500 M$ aproximadamente, así que era un gasto anual importante -incluso atendiendo al cambio a dólares del coste que era 1 dólar 60 pesetas, para el periodo de construcción y de financiación de la gran obra. Todo esta parrafada para declarar que cuando hay voluntad política sí que se pueden hacer obras colosales que se necesitan -más que para mejorar- para que con frecuencia cada vez mayor, muera gente.
Esas infraestructuras se financian a través de un déficit anual relativamente pequeño, como los que estamos acostumbrados a tener, pero quitando otros gastos bastante estúpidos aunque ese dinero también se quede en el mercado. Lo que no significa que más tarde se intente detraer esa oferta monetaria del mercado mediante impuestos. También supondrá un endeudamiento, pero que tampoco supone un problema como se comenta todos los días, EE.UU. alcanzó su máximo desarrollo económico cuando su deuda llegó al máximo porcentaje de su historia con un 120% del PIB. Cuando se habla de grandes mejoras necesarias es cuando están justificados déficits y endeudamientos sobradamente.
Los gobiernos deberían presentar sus partidas de gastos estratégicos para que los ciudadanos supiéramos en qué se quieran gastar el dinero, si es para colocar a los amigos o -peor- para que estén a tus órdenes. No podemos «delegar» todo nuestro futuro en sus manos. El modelo suizo es el mejor, las decisiones importantes se necesitan que sean aprobadas por los ciudadanos y lo hacen sin problemas agrupando decisiones para no acometer referéndums tan frecuentes.
Todos sabemos que el gasto público tiene un componente electoral y que si no se aprecian claramente por la ciudadanía -si no se ven- no se suelen realizar, por eso debemos tomar parte de esas decisiones sin esperar a las siguientes elecciones.
Le escuché un día a María Trinidad Pérez de Miravete Mille, más conocida como Mari Trini, que hipotecó su piso para organizar -a su cargo- un concierto en el estadio Vicente Calderón que le propulsó a ser muy popular. Para eso es el déficit y la deuda, para una mejora clara o una necesidad a cubrir, para capacitar a un país para generar más PIB.