
Fue como una novela de espionaje. A diez meses del final de la Segunda Guerra Mundial, los ganadores tenían previsto acordar un nuevo orden monetario mundial y más allá: lo que iba a ser la economía internacional, las relaciones comerciales y financieras entre las principales economías del mundo. Para ello se citaron en el Hotel Mount Washington, en Bretton Woods, para realizar la famosa conferencia en 1944 y que haría famoso al lugar para los restos. Todos los países primeros actores mundiales iban a estar presentes para debatir las líneas maestras de la nueva economía y llegar a acuerdos al respecto. Aunque todos -menos uno- acudieron con ese propósito, las decisiones estaban tomadas y la única cuestión que quedaba abierta era la posibilidad de conseguir alguna mejora en la posición en la que quedaría cada país.
Los 44 países aliados tuvieron presencia en el Hotel Mount Washington, pero la realidad es que había dos frentes: Los Estados Unidos de América representados por Harry Dexter White y, por la otra, John Maynard Keynes, representando al Reino Unido y -moralmente- al resto de los presentes. No obstante, aunque ellos dos fueron las figuras estelares de la Conferencia que trascurriría del 1 al 22 de julio de 1944, otros representantes tuvieron sus más y sus menos con los representantes americanos.
Fueron unos reuniones fructíferas, no en balde estaba casi todo decidido previamente: la creación del FMI – Fondo Monetario Internacional y la semilla del ahora Banco Mundial, aunque algunos de sus acuerdos tardaron unos años en ponerse en marcha. En Bretton Woods se determinó cómo sería el capitalismo del siglo XX y, aquí comienza la historia de espías… La Guerra Fría comenzó en el primer trimestre de 1947.
Keynes también tenía su modelo preparado, hasta una nueva moneda que llamaba Bancor, pero Harry D. White, contaba con el poder de los EE. UU. frente al Reino Unido que estaba en horas bajas por la Gran Guerra. Finalmente, las propuestas de White vencieron y el patrón dólar-oro con convertibilidad quedó establecido. Los países europeos tenían que operar con dólares que eran convertibles en oro americano si así lo determinaran en un momento determinado, como de hecho hizo el general De Gaulle en 1965. Nunca se podrá saber si hubo alguna relación causa-efecto, pero Francia sufrió el Mayo del 68 a los tres años.
Probablemente, Keynes no era un economista de vocación, su verdadera querencia era solucionar problemas basándose en sus conocimientos matemático-estadísticos y a entender los cuellos de botella e interrelaciones entre las variables en un sistema complejo, es decir, si le planteabas un problema disfrutaba encontrando una solución momentánea hasta que se produjera un cambio que te llevase a otro problema o al anterior pero con más complicación. Dejó claro que en el futuro no hay más que incertidumbre y que ningún modelo vale para siempre, sobre todo cuando el agente principal del sistema económico es el ser humano. No hay más remedio que ir partido a partido. Su reto era que donde pusieran su nombre aquello acabase funcionando -que la gente viviese mejor quiero decir- y con ese propósito fue a las negociaciones de Versalles tras la I Guerra Mundial y, por no hacerle caso, años más tarde llegó la Segunda Guerra Mundial. Bretton Woods fue el punto donde planear el futuro de la recuperación y del sistema monetario a emplear en el mundo.

Harry White diseñó el sistema resultante, muy ventajoso para EE.UU. a pesar de que fue el Presidente Nixon quien acabó en 1971 con la convertibilidad y el propio patrón dólar-oro definido en Bretton Woods. La Guerra de Vietnam les llevó a esa situación dando paso al dinero fiat. Todo el mundo, amigos y enemigos del sistema capitalista, reconocen a White como el arquitecto del sistema.
Keynes proponía una moneda global -supranacional en la terminología del aquel momento- y una unión de compensación internacional, que se trataba de una institución multilateral que permitía a los países liquidar sus saldos comerciales (exportaciones e importaciones) entre sí sin la necesidad de transferir grandes cantidades de dinero (dólares) o de oro (como pasa en los bancos con los pagos entre ellos por las operaciones de sus clientes diariamente). Su objetivo principal era facilitar el comercio internacional y evitar que los desequilibrios comerciales (déficits o superávits) de un país afectasen a la economía mundial y evitar así que una crisis como la de la década de 1930 volviera a ocurrir, ya que en ese momento los países con superávit acaparaban las reservas de oro lo que estrangulaba el comercio y forzaba a los países con déficit a reducir sus economías. El Bancor habría fomentado un sistema más equitativo y con un mecanismo de ajuste automático para los desequilibrios globales, evitando la situación de privilegio del dólar que, si bien benefició a EE. UU. por un tiempo, terminó con la estabilidad del propio sistema. Como todos sabemos, la propuesta de Keynes fue rechazada y el nuevo sistema, conocido como Bretton Woods, no sabemos si su propuesta hubiera llevado a una economía mejor y más equitativa.
El gran beneficiario de los «acuerdos» de Bretton Woods fue Estados Unidos América y por estos acuerdos el dólar se constituyó en la moneda transaccional y de reserva de valor mundial. El resto de monedas importantes quedaron ancladas al dólar, lo que ha permitido que el resto del mundo propulsemos a la economía norteamericana. Basta con ver cómo la demanda mundial de dólares para el comercio y la inversión ha permitido a EE. UU. mantener déficits comerciales y fiscales sin la presión inmediata de devaluar su moneda, como les ocurriría a otros países. El sistema definido proporcionó la estabilidad monetaria necesaria para la recuperación global tras la Segunda Guerra Mundial, lo que impulsó la demanda de exportaciones estadounidenses y consolidó la hegemonía económica de los Estados Unidos de Norteamérica. No obstante, hay que admitir que con esta estructura monetaria hemos podido llegar hasta aquí y que benefició a quien más podía aprovecharla en beneficio propio pero también de buena parte del resto del mundo que debía reconstruirse.

Pero, ¿dónde está la historia de espionaje anunciada? Harry D. White -el arquitecto del sistema económico capitalista a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial en el que muchos hemos nacido y crecido, era un funcionario clave en el Departamento del Tesoro de EE. UU. y el ganador -como se ha dicho- de Bretton Woods. Sorprendentemente, en 1948, White fue acusado de espionaje por el Comité de Actividades Antiestadounidenses del Congreso, aunque White siempre lo negó. No obstante, con la desclasificación en los años 90s de comunicaciones rusas capturadas años antes por los servicios de inteligencia americanos, parece que sí había facilitado información a la extinta Unión Soviética o que los contactos -cuanto menos- existieron. Su nombre clave era Venkova.
Probablemente, nunca sepamos la verdad. Yo, sinceramente, lo veo complicado más allá de que en algún momento pudiera pasar alguna información por motivos económicos o lo hiciera bajo amenaza, pero si nos planteamos que Harry Dexter White fue el arquitecto de la refundación del sistema capitalista del siglo XX y que pudiera ser -al mismo tiempo- un espía soviético, me pone en marcha toda la maquinaria conspiranoica y hace que me pregunte: ¿Quién estuvo realmente detrás de la arquitectura del sistema monetario de Bretton Woods? ¿Puede ser que la la Unión Soviética quisiera acelerar el fin del capitalismo -ya anunciado por Marx- con estos acuerdos? ¿Cuál podría ser el beneficio de la Unión Soviética con el sistema estructurado en Bretton Woods? ¿Qué países son los que tienen más dólares en reservas actualmente? Qué cada uno se haga sus propias conjeturas o, simplemente, que haya podido leer este largo post sobre las claves e historia de la economía monetaria de nuestro tiempo y se le haya hecho más corto dentro del marco del espionaje y en un agosto super cálido que está tocando a su fin.