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¿También existe la «mano invisible» en el interior de las empresas?

Uno de los fundamentos de la economía clásica es esa motivación «egoísta» que hace que cada empresa/empresario quiera fabricar el producto más adecuado y al precio más conveniente -ya sea alto o bajo- para su objetivo y, así, asegurar el mayor número de clientes posible y su permanencia en el mercado para los restos. Si no se comporta así y no siente respeto por sus clientes, más pronto que tarde, éstos le abandonarán y dejará de estar presente en el mercado. Lógicamente, hoy en día podríamos apuntar matizaciones y actualizaciones, tampoco hay que olvidar que estamos hablando del pensamiento de Adam Smith hace 250 años. La segmentación, el posicionamiento, el pricing, la comunicación actual, etcétera, aplican mejor con la economía neoclásica. Con el marginalismo- ya se va acercando a lo que apreciamos más lógico hoy en día: aprovechar lo que el cliente está dispuesto a pagar según su precio de reserva que es el precio más alto que el cliente está dispuesto a pagar por el valor que aprecia en el producto en modo integral (calidad de diseño, especificaciones técnicas, envase, marca, exclusividad, comunicación…). Pero la economía clásica y neoclásica son parecidas en la base y el mismo Keynes no las trataba de forma diferenciada, sino que a lo largo de su existencia han habido diferentes economistas con aportaciones diferentes, pero todos clásicos.

La cuestión que planteamos es que, así como la empresa aplica externamente esa motivación natural que Adam Smith llamó «La mano invisible» utilizando una metáfora -a pesar de ser un mal recurso cuando se habla de economía-, internamente también existe. Observemos entonces que la empresa trabaja entre dos mercados, el suyo propio que conforman sus clientes, el resto de potenciales clientes y competidores y, también el interno, el que conforman sus empleados cada uno de ellos con la aplicación de la metáfora de Smith, haciendo -al menos- lo mínimo para que no te despidan al igual que la empresa lo hace con los clientes con los que también aplica un mínimo o no, según su visión. Siguiendo esta ruta del valor, vendrían los proveedores como el siguiente mercado y que está en contacto con el personal de la empresa.

Entonces, la pregunta es, ¿sienten la misma motivación egoísta de aportar lo máximo posible para no perder el empleo y ascender en la empresa o como si tuvieran participaciones en la empresa o no tienen ninguna motivación especial y simplemente la empresa tiene que controlar el cumplimiento mínimo aunque sea a nivel horario o en rendimiento?

Pues, como diría el malogrado Pau Donés, ¡depende! He visto conductas de todos los colores y también recuerdo la mía en diferentes momentos profesionales. En el caso de los empleados es diferente porque esa motivación por ingresar más en beneficios y mantener la empresa en el tiempo no está tan acentuada como en el empresario, en buena lógica, y los sistemas de remuneración variable no acaban de funcionar por estar mal diseñados. Por otra parte, hay muchas empresas que la empatía que sienten por sus clientes no la sienten -al menos en el mismo grado- por sus empleados, sin darse cuenta que cada uno de estos últimos establece mentalmente un rendimiento a entregar que iguala su salario económico más el emocional, pero no más. Esta ecuación es lo que algunas empresas no entienden. Lógicamente, siempre existen condicionantes como los tiempos de crisis en los que todo el mundo trata de ayudar un poco más al objetivo de la empresa en defensa de su trabajo (egoístamente, como lo es la mano invisible que aplica la empresa). Seguramente, es por esto por lo que nadie quiere alcanzar el pleno empleo porque si se consiguiese y fuera fácil conseguir otro puesto de trabajo, los empleados sentirían menos necesidad de aceptar ciertas condiciones económicas y de rendir en ciertas circunstancias.

Esta actuación inmanente que representa la mano invisible y que hace que actuemos de una forma interesada que nos permite vender y ganar más de forma sostenible por la lealtad a los clientes, no es por el bien de la humanidad sino por el nuestro propio y es lo que hace que el mercado funcione purgado además por la competencia, pero esa misma fuerza también está presente -si se sabe gestionar- en el mercado interno de la empresa. Si no entendemos claramente cuál es el rendimiento que un empleado está mentalmente dispuesto a entregar por la contraprestación integral que recibe, estaremos dejando fuera el óptimo operativo y perdiendo el efecto con los clientes de la empresa. Luego esa motivación del empresario hay que aplicarla hacia fuera de la empresa (clientes y proveedores) y hacia dentro de la empresa.

De todas formas, no todos los empresarios son conscientes del interés debido hacia los clientes para el buen éxito de la empresa (la mano invisible), los del Forum Filatélico y los que vendían el aceite de colza desnaturalizado, por ejemplo, parece que no lo tenían, pero también hay empleados que tienden a buscar la optimización excesiva por su entrega de rendimiento, aplicando criterios tan economicistas que acaban no cumpliendo la identidad entrego el equivalente percibido de lo que recibo (económico y emocional). Lo mismo pasa en la escuela, si estuviéramos afectados por la mano invisible estaríamos interesados en aprender el máximo en el menor tiempo posible y tomar ventaja, pero no es así por lo general, aunque sea un colegio de pago con el mayor esfuerzo de nuestros padres. Aquí les dejo para que reflexionen por qué se da este comportamiento tan diferente incluso en las mismas personas en diferentes circunstancias. Si llegan a una conclusión, coméntenmela y no me dejen con la duda.

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